¿Quién soy yo?

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“Si soy lo que tengo y lo que tengo lo pierdo, entonces ¿Quién soy?”.  –  Erich Fromm

 

Esa es una buena pregunta que la mayoría de las veces no sabemos contestar porque desconocemos nuestro propio ser.

Hay personas que constantemente buscan la aprobación de otros para tener un punto de referencia o de seguridad. Como esa amiga que va de compras acompañada y continuamente pregunta: ¿Cuál de las dos prendas te gusta más? Y al final el armario de la persona que va a comprar se parece menos a los gustos reales de ella que a los de la acompañante.

Por otro lado, definir los defectos y las virtudes de los demás es una tarea que a muchas personas les parece menos compleja que definirlos para ellas mismas. Así, cuando les preguntan ¿Cómo es ella o él? Empiezan a hablar con fluidez y seguridad, poniendo ejemplos reales que acompañan a cada adjetivo que proyectan. En cambio, cuando les pides a estas personas que se definan ellas mismas sufren un paradójico y extraño mutismo.

La primera causa de esto es que las personas estamos mucho más acostumbradas a usar los valores de juicio estable con las demás que con nosotros mismos. En segundo lugar, al convivir todo el día con nosotros tenemos ejemplos de acciones que pueden ser contradictorias, somos más conscientes de nuestra evolución y no nos gusta encasillarnos en un adjetivo. Entendemos que somos mucho más complejos que cualquier palabra o grupo de palabras.

 

Tomarse un tiempo para reflexionar

 

De vez en cuando es positivo que te guardes un tiempo para tener una cita contigo mismo, de manera que lo utilices para reflexionar sobre quién has sido, quién eres y en quién te estás trasformando. Esto te ayudará a conocerte, a descubrir tu propia verdad. A encontrar las respuestas dentro de ti. Respuestas que en algún momento esperabas que te diesen otras personas.

Empieza a hacer eso que te causa satisfacción, como puede ser: leer, caminar o ir a la playa. Acciones para las que la soledad no sólo no es un impedimento, sino que puede ser una ventaja.

¡Puedes pedir opinión o asesoramiento! Pero tú tienes la capacidad de elegir lo que es mejor para ti cuando te conoces.

Una vez sabes quién eres, es más fácil definir qué quieres, y aumentarás las probabilidades de que tus decisiones sean más acertadas.

Práctica:

  1. Comprar una libreta nueva y un bolígrafo
  2. Buscar el momento del día que mejor venga. También el lugar que más cómodo estés. Abre ese tu cuaderno por la primera página y escribe las preguntas siguientes:
    1. ¿Quién soy?
    2. ¿Qué es lo que quiero ser?
    3. Qué necesito para vivir?
  3. Reflexiona unos segundos sobre esas preguntas que tienes escritas frente a ti.
  4. A continuación comienza a escribir lo que se te vaya ocurriendo, con honestidad, sin atender a signos de puntuación o falta de ortografía.
  5. Escribe entre 15 y 30 minutos.
  6. No te agobies, plantéatelo como un ejercicio de autoenriquecimiento, disfrutando del placer de escribir.
  7. Realiza esta practica durante cuatro días consecutivos. Sigue reflexionando con serenidad, contestándote a estas preguntas.
  8. en los dos días que restan hasta completar esta primera etapa (vamos a dejar siempre el séptimo día para descansar), vuelve a releer lo que has escrito. Reflexiona sobre ello, tomándote tu tiempo. Y después vuelve a escribir, pero esta vez queriendo profundizar en la relación entre lo que has contado y los sentimientos que te provocaron y aún provocan.
  9. Ten siempre presente que lo que estás escribiendo es tu alma. O quizá vale decir que tu alma es la que escribe. Déjala libre.

 

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